martes, 24 de junio de 2008

¿PORSCHE O MERCEDES?

Como trabajo en el sector servicios y de cara al público, conozco a muchísima gente muy diferente y mantengo conversaciones de todo tipo cada día, algunas más surrealistas que otras. Ayer empecé el día visitando a un cliente de la empresa que está sumido en la crisis fantasma que NO está ocurriendo. Tiene una inmobiliaria y se ve obligado a cerrar uno de sus dos locales. Pero para seguir contando esto, primero los antecedentes:

Cuando ocurrió el reciente boom de la construcción, este hombre se hizo de oro. Vendió pisos con precios hinchados, compró en negro, cobró comisiones de constructoras, contrató y echó gente según conveniencia y demás prácticas habituales en su sector. Cuando lo conocí tuve que hacer con él un trayecto de diez minutos en el que casi nos matamos varias veces, porque tenía que sacarle el máximo posible de rugido al Porsche nuevecito en el que íbamos, con la música a toda leche, por cierto. Además, me informó de que también tenía un Mercedes Compressor. Por supuesto, la última Blackberry, reloj de lujo y todo el equipo del Nuevo Rico Revenido.

Ayer estaba con las orejas gachas, y me contaba sus penas como si yo fuese a simpatizar con él. Que si me veo obligado a renunciar a uno de mis coches. Que si había comprado dos edificios (para especular, claro) y ahora toca malvenderlos. Que va a tener que acelerar su mudanza a la villa a todo trapo y vender su segundo piso a menos de lo que pensaba. Y yo entre tanto jugando con la llave de mi Seat Ibiza arañado (y nunca reparado) y pensando en lo irónica que es la vida. Lo peor es que encima si a este tipo de gente le va mal, lo pagaremos todos, porque ellos son los que contratan, los que mueven la pasta y los que firman nóminas o despidos. Si no fuese así, que su desgracia no fuese también la nuestra, me habría encantado reírme en su cara y contarle la fábula de la Cigarra y la Hormiga, pero no está el horno para bollos; ahora todos estos gilipollas andan por las esquinas llorando, que lo entiendo tras la racha de pasta fácil porque volver a la realidad es muy duro, pero lo que me repatea es que encima pretenden que nosotros, los que pagamos esos pisos a precio de oro y nos hipotecamos pidiéndole al banco que por favor fuese bueno y nos dejase endeudarnos la mitad de nuestra vida, les compadezcamos a ellos. Hay que joderse.

LAS MUERTES MEMORABLES


En la novela Alta Fidelidad, Rob, el protagonista, es muy aficionado a elaborar listados de todos los temas a su alcance, amados u odiados. Así, tiene su Top5 de mejores canciones de single, su Top5 de mejores canciones para un funeral, su Top5 de Cantantes y Grupos que deberán ser ejecutados cuando llegue la revolución musical, etcétera. No sé los demás, yo hago listas mentales por diversión constantemente, pero basta que te plantees apuntarlas para que te parezca una tontería y se te olvide todo lo anotado en tus ratos de aburrimiento. Estas cosas se hacían con los colegas para empezar debates. Por suerte, para esto están los blogs entre otras cosas, y tengo intención de empezar con mis propios Top5.

Se admiten sugerencias, correcciones y demás, porque entre otras cosas mi memoria no es la que era y seguro que me dejo mil fuera.
Hoy en el coche oí en la radio una referencia a una película y me dio por pensar en las Cinco Mejores Muertes en Pantalla (macabro, lo sé). No hablo de las más espectaculares ni las más sangrientas, sino las más bellas, las que se te han quedado grabadas en la retina como imágenes impactantes más allá de lo que cuentan o de si la película era buena o mala, y que son lo que mejor recuerdas años después. POr supuesto si alguien no ha visto Ran, Blade Runner, El Señor de los Anillos o El General de la Rovere, mejor que no lea más porque destripo algún final que otro. Quien avisa no es traidor.

Ahí va mi
Top5 de Muertes de Cine:

1.
Roy Batty (Blade Runner), por supuesto. No superada, ni siquiera igualada. Nadie se ha muerto tan bien como el mejor de los replicantes ni nadie lo ha filmado mejor que Ridley Scott. Es tiempo de morir...

2. Ran: elegir una cualquiera. En Ran muere hasta el apuntador, como en todas las de Kurosawa, pero no puedo elegir una concreta, entre otras cosas poruqe ni recuerdo los nombres de los personajes; pero sí recuerdo asesinatos, ejecuciones y suicidios, todos increíblemente filmados. Los japoneses están a otro nivel en este tema.


3. Boromir (El Señor de los Anillos, I). He visto cientos de muertes de este tipo pero con esta me quedé paralizada. El ritmo, la mirada de él, la de los que le ven caer, el gesto heroico, el plano. Una maravilla.

4. Zhora (Blade Runner). Cuando vi Blade Runner hace como tres siglos, la escena de la huida de Zhora y su "retirada" por Deckard me parecieron lo más alucinante que había visto en una película hasta la fecha. Me recordó a una libélula, con el impermeable y los cristales flotando. Al parecer Ridley Scott no quedó contento porque se ve que es la doble la que cae, pero creoque es una escena perfecta y bellísima. Aún hoy me da escalofríos.

5. Bertone (El General della Rovere). Esta película no es tan conocida como debería y de hecho no tengo ni imagen de la escena en cuestión. Yo la vi por casualidad, me la recomendó un familiar y desde entonces es una de mis favoritas. Es una obra maestra y una lección sobre lo mejor y lo peor del ser humano. El final es espectacular y simple a la vez, y te deja destrozado. Tengo que acordarme de comentar esta película en un post aparte...

HARD CANDY

Aunque con un retraso de años, al fin he visto esta película que me habían recomendado muchísimo (la espera ha valido la pena, porque la he visto en dvd sin ruidos, patadas, niños ni móviles por medio haciendo la puñeta).
La película parece una obra de teatro: pocos escenarios, pocos personajes y mucho diálogo. Trata de una pareja que tras chatear varias semanas por internet al fin quedan para conocerse. Él es un fotógrafo de buen ver, treintaypico años, normal y simpático (a primera vista, claro); ella es estudiante, muy lista y atención, esta es la clave, tiene catorce añitos. El planteamiento ya te revuelve el estómago porque además no hay lugar a dudas, ella no sólo tiene 14 años, es que los aparenta; y él lo sabe y aun así insiste en invitarla a hacerse unas fotos en su casa (en plan buen rollo, claro; para vomitar). Se masca la tragedia.

Lo interesante es que para variar, vemos este tipo de relaciones tal y como son en la vida real: él parece muy normal, incluso majo, no un tipo sospechoso y babeante; ella es la tipica adolescente viva y que se las da de mayor y de estar de vuelta.
Por desgracia me habían chivado el siguiente paso de la trama y no pienso amargárselo a quien aún no la haya visto así que no desvelaré nada más. Sólo decir que se convierte en una película muy tensa, hipnótica casi, en la que alternas tensión, horror, sed de venganza, asco, pena y miedo a partes iguales. En los extras vienen unas cuantas entrevistas interesantes, y me llamó la atención que todos, guionistas, actores, director y productor, usaban la palabra "debate" y "polémica" refiriéndose a este tema y a esta película. Yo la he visto antes de ver los extras y no me produjo ningún tipo de debate, los tíos así son lo peor y todo lo que les pase de malo es poco. No me pueden dar ninguna pena, lo siento. Debo estar deshumanizada ya, al menos en lo que a ciertos delitos se refiere. En algunos aspectos me recordó a La Muerte y La Doncella (que también trata de la relación víctima-verdugo y que es también una película-obra de teatro) en la que de vez en cuando notas que el guionista quiere que te apiades de uno de los personajes más despreciables. Será que soy muy cínica pero seres como el fotógrafo pedófilo no pueden darme ninguna pena, igual que no me quitaría el sueño que torturasen al hijo de puta que serró las patas de sus perros hace unos años, al que quemó viva a su mujer o a un traficante de niñas en Tailandia. Pero bueno, si alguien de los que leen esto la ha visto y cree que hay debate o ambigüedad, por favor que avise.

Los actores lo bordan y lo hacen todo creíble. Ella es espectacular, pero él no se queda atrás porque logra en todo momento la imagen de tipo corriente y agradable que podría ser tu vecino, y que es al fin y al cabo el "adulto" en la relación y por lo tanto esperamos que sea el del sentido común, a la vez que por sus claras intenciones provoca repulsión.


EN RESUMEN
: estupenda muestra de que no hace falta más que talento (tan escaso por lo que se ve, ejem, véase Indiana Jones IV) para hacer cine de calidad. Seguro que con presupuesto millonario y actores de moda no tendría tanta fuerza.
LO MEJOR
: hecha con dos duros pero mucho talento, tanto en el guión como en la actuación y la dirección. Sólo salen tres canciones, un juego de vestuario y poco más. No hace falta; la película entretiene por lo que cuenta y no necesitamos efectos especiales ni chorradas así.
LO PEOR
: quizá que el desenlace no sorprende tanto como debería. Pero bueno, hablo por mí.

NUESTRO INFIERNO PARTICULAR

En la genial serie de "A dos metros bajo tierra" (Six Feet under), hay una escena en flashback en que los hermanos Claire y Nate Fisher recuerdan sus últimas navidades con su padre. Están fumados y aburridos en el porche de la casa familiar, y Claire hace un comentario sobre lo horrible que le parece toda la parafernalia navideña, y lo mucho que odia tener que ir al centro comercial de turno a comprar chorradas. Se pone reflexiva y dice:

- Sabes, estoy convencida de que en el Infierno, siempre es Navidad.

Este tipo de frases con referencia al infierno como sitio "familiar" pero a la vez aterrador aparece mucho en el humor estadounidense y siempre me hace mucha gracia. Quizá porque en Europa el infierno siempre se asocia a llamas y tormentos medievales, mientras que ellos lo ven como un lugar donde se concentra lo que más detestan. En la serie Frasier por ejemplo, los dos refinadísimos y snobs hermanos Crane tienen que ir a una tienda de sillones cutre a comprarle una butaca de relax a su padre. Les vemos horripilados en una exposición enorme de butacas espantosas con estampados chirriantes, y Niles le dice a Frasier:

- Frasier, estamos en la sala de espera del infierno.

En las tiras cómicas del gran Gary Larson aparece constantemente. Tiene muchas con temática infernal, pero para mí dos de ellas son especialmente geniales. Una es una imagen del videoclub del infierno en el que todas las películas son
Ishtar; la otra es la que he puesto aquí, en la que los que se salvan reciben un arpa y los condenados reciben un acordeón.

La frase de Claire la suscribo totalmente además de que admite variantes de todo tipo porque claro, cada uno tenemos una idea diferente de lo que sería el infierno según nuestros gustos y manías. A Sartre se le ocurrió hace mucho más tiempo, en su obra de teatro A puerta cerrada, donde un personaje pronuncia la famosa frase "El infierno, son los demás". Para mí, algunas de las cosas que se me ocurren, siempre como chorrada espontánea, serían:

- Hilo musical del Infierno: Don Omar o similar reguetoniano (todos son intercambiables entre sí) con ocasional aparición de Carlos Goñi y Pereza
- Biblioteca del infierno: sólo de Paulo Coelho y libros de autoayuda
- Programación de TV: no puede ser muy diferente de la actual, pero con más anuncios de compresas quizá...

...Y así todo. Me pregunto cómo sería el infierno doméstico de los demás... se admiten sugerencias.

lunes, 23 de junio de 2008

FRASES AJENAS #1

En el libro comentado en la entrada anterior aparece una de esas frases geniales de las que me habría encantado ser autora. El escritor define así el sonido de las gaitas escocesas:

"Como se sabe, el sonido de las gaitas es el eslabón perdido entre el ruido y la música"

Qué acertado. Ojalá a alguien se le hubiese ocurrido para etiquetar el odioso reguetón (o reggaeton o como se escriba, si es que los que someten a sus tímpanos y a los de los demás a ese bodrio saben escribir, claro). Si eres medianamente amante de la música, el reguetón sólo puede parecerte un ruido inventado para ser el único sonido del hilo musical de Satanás. Si por el contrario, lo que te gusta es armar follón con tu coche tuneado retumbando a todo meter para impresionar a las chonis de tu barrio, el reguetón será una melodía armónica para tus anestesiados oídos.
Odio el reguetón y mi única esperanza es que pasará de moda, como todo lo malo (y mucho de lo bueno). Es cuestión de tiempo. Paciencia...

THE XENOPHOBE'S GUIDE TO THE SCOTS, de David Ross

Hace bastantes años descrubrí por casualidad esta serie de libritos, las guías del xenófobo. Cada uno de ellos, de autor diferente, analiza un país o región y sus tópicos, con sentido del humor y haciendo hincapié en la imagen que cada pueblo tiene de sí mismo y cuán diferente es esta imagen de la que tienen los demás de ellos. En este caso no se usa xenófobo con la connotación de odio, sino más bien de desconocimiento de lo extranjero; están orientadas al viajero que desconoce (y teme) lo que se va a encontrar.
Ya me había leído las de España, Francia, Inglaterra y Países Bajos, y como en septiembre me voy a Escocia me leí esta. Como es más un ensayo humorístico que una novela o un relato, no se puede comentar demasiado, sólo que a mí me encantan como guías diferentes de lo que te vas a encontrar, salpicadas de anécdotas y datos curiosos. Eso sí, si no conoces o quieres conocer el lugar en cuestión, ni te molestes, claro.

No habla de sitios que ver, es más bien una serie de explicaciones de porqué tal o cual gente es como es, y qué esperar en temas de educación, costumbres, comida...
En cierto modo recuerdan a la serie "Los siete pecados capitales", de Fernando Díaz-Plaja, que analiza nacionalidades a través de los siete pecados capitales (ahora está un poco anticuado pero sigue teniendo gracia).

EN RESUMEN: entretenido, ameno y se lee en nada.
LO MEJOR: conoces un par de cosas muy interesantes del sitio a visitar, de las que no vienen en las guías convencionales. Es para quien no quiera limitarse a la lista de sitios que ver.
LO PEOR
: en ocasiones exageran los tópicos, así que no es apto para gente susceptible...

martes, 17 de junio de 2008

DARKLY DREAMING DEXTER / DEXTER EL OSCURO PASAJERO, de Jeff Lindsay

Este es uno de los casos en que me leí la novela tras ver la serie. La serie se llama Dexter, a secas, y empiezan a ponerla ahora en la Sexta, me parece, pero antes la pusieron en Fox (hasta la segunda temporada). El actor protagonista es Michael C. Hall, anteriormente conocido como David, el funerario gay de A Dos Metros Bajo Tierra, que clava el papel y al que es imposible no imaginar cuando te lees la novela, si has visto la serie.

Dexter es un forense especializado en restos de sangre, que fue adoptado de muy pequeño por un policía y su familia tras quedarse huérfano. No recuerda nada de antes de su adopción (en la primera novela / temporada veremos que esto es lógico). Es diferente al resto de la gente, porque además de estar "muerto por dentro" y no sentir nada (pero nada, nada) por nadie salvo un cierto apego a la imbécil que tiene por hermana, Dexter tiene un hobby: matar gente, y además con saña y risas. Pero como su padre adoptivo era policía y vio estos impulsos asesinos desde que Dexter tenía nariz, le orientó por el buen camino: ya que te cargas gente que sea por una buena causa. Tras este planteamiento un tanto fascista, pero muy apropiado a los tiempos modernos, Dexter vive más o menos feliz. Tiene su trabajo de día como forense y de noche sale a cazar pederastas, violadores y demás morralla de Miami.

Tanto la novela como la serie son en primera persona, con Dexter describiendo todo lo que le pasa. La originalidad está en que es un sociópata incapaz de cualquier empatía, pero se esfuerza, como le enseñó su padre adoptivo, para parecer "normal" y esto da pie a comentarios muy divertidos, en la segunda parte más aún que en la primera. En el mundillo de Dexter aparecen algunos personajes más, que acaban siendo como de la familia para el lector:
- Su hermana Déborah. Policía también, va de dura y de machorra pero luego babea por el primer memo que le regala flores. Caprichosa, mandona e insufrible. De todas las hermanas que le podían haber tocado a Dexter le ha caído la más asesinable, lo cual no deja de ser una ironía.
- Su compañero Masuoka. La joya de la serie y de la novela. Masuoka es un
nerd en toda regla y mantiene algunas de las mejores conversaciones con Dexter. En parte es como él, trata de parecer normal cuando vemos claramente que está como una regadera. Queremos más de Masuoka.
- El Sargento Doakes. La némesis de Dexter, básicamente. Perfecto en el casting de la serie, por cierto.
- Rita, la novia de Dexter, y sus dos churumbeles. Los niños no son de Dexter, Rita estuvo casada con un animal de bellota que la zurraba y que acabó en la cárcel, y Dexter sale con ella como tapadera, para parecer "normal". A Dexter los niños le gustan más que los mayores, en el buen sentido; ya en el primer capítulo (serie y libro) liquida con saña a un pederasta, para abrir boca y caernos bien.

El libro: En fin, se trata de una novela negra, policiaca (en cada libro de Dexter hay una trama policial de investigación para distraernos del
hobby de liquidar maleantes) y con humor. Perfecto como lectura ligera ("de piscina"). Ya estoy esperando el tercero como agua de mayo.
La serie: entretenida, bien hecha, casting perfecto y títulos de crédito alucinantes. Sólo con el comienzo de las letras ves que estás ante algo que te va a gustar.

EN RESUMEN: Dexter liquida a los villanos a troche y moche, como un Hannibal Lecter sin título de medicina y con mal gusto en ropa (peor en el libro que en la serie)
LO MEJOR: libro entretenidísimo, humor negro estupendo, trama no demasiado previsible, longitud perfecta. Y hay más libros de Dexter...
LO PEOR: el enfoque es algo fascistoide y defiende claramente el ojo por ojo, además de que las simpatías del autor están con los que se toman la ley por su mano. Pero hay que reconocer que no podemos evitar desear que Dexter hubiese vivido en Collado Villalba, cerca del famoso Nanysex.
COMPARADO CON OTROS DEL MISMO AUTOR: el segundo es aún mejor.

WORLD WITHOUT END / MUNDO SIN FIN, de Ken Follett

Me he propuesto listar todo lo que lea este año y escribir qué me ha parecido. Hasta ahora sólo lo he hecho con uno de los libros, pero voy a tratar de completarlo porque llevo ya más de veinte libros y se me van a acumular. World Without End (Mundo Sin Fin) es la continuación de Los Pilares De La Tierra, de Ken Follett.
El de los Pilares me lo leí por una recomendación y me encantó; a pesar de ser un ladrillo de sopotocientas páginas incómodo de sujetar hasta en tapa blanda, se me hizo ameno y me lo ventilé en tres días (incluyendo una noche de no poder soltarlo). Cuando oí que llegaba el segundo me faltó tiempo para pedirlo a amazon (para leerlo en inglés) y empezarlo.

Lo primero es que no es exactamente una continuación, en el sentido de que sucede siglo y medio más tarde y no justo tras el primero. Los personajes del Pilares no aparecen, por tanto, más que como referencias. La acción es en el mismo sitio y en torno a la catedral, pero todos los personajes son nuevos. Lo malo es que el autor sólo les ha cambiado el nombre porque básicamente tenemos más de lo mismo: la chica de mente moderna que no encaja, el chico raro e inquieto frente al guapito sediento de sangre (intelecto/acción), el cura (esta vez malo como la quina), en fin, que para los fans de la primera es para bien y para mal, una autocopia. Para mi gusto, la modernez de mentes de la pareja protagonista es excesiva. Follett se ha pasado. Una cosa es que alguien en los oscuros años medievales se plantease que no todo era como lo decían los curas, pero es que aquí prácticamente podrían dar lecciones a Proust y Nietzsche. La chica sobre todo. Seguro que el autor se ha documentado, pero no me creo que sea posible un personaje como éste en esa época, a la primera salida de tono la hubiesen quemado en la hoguera. Recordemos todos el personaje de Morgan Freeman en Robin Hood (un negro moro paseando por la pérfida Albión como Pedro por su casa sin sembrar el terror ni el odio a su paso como moro hereje y de piel oscura que es, sino que le miran como un exótico visitante de tierras lejanas) y nos hacemos idea de lo chocante de la situación.

Mundo Sin Fin está bien escrito, dinámico, se lee bien y se ve que Follett ha hecho los deberes con la parte arquitectónica; pero no aporta nada al primero y desde luego no sorprende.
La trama es similar también: personajes muy buenos que sufren tormentos sin fin, causados ya sea por la naturaleza (o Dios), por sus semejantes o por ellos mismos. Cada vez que parecen levantar cabeza algo se encarga de aplastársela como en el juego del martillo y los topos de las series americanas. Podrían compartir anécdotas con el Santo Job, y sólo el respeto a Dios les impide arrojarse desde la torre de la dichosa catedral, hasta que al final aguantan y los malos empiezan a caer. A cada cerdo le llega su San Martín (esto es el sello del escritor) y acabamos como estaba previsto, pero esta vez lo veíamos venir de mucho antes.

EN RESUMEN: Novela histórica entretenidísima, pero menos que la primera.
LO MEJOR:
Follett escribe muy bien, eso está claro. Es ameno y entretenido. Más de lo mismo.

LO PEOR: Follett no se esfuerza nada, eso está claro. Es previsible y no aporta nada al Pilares. Más de lo mismo.
COMPARADO CON OTROS DEL AUTOR: Pues eso.

LA ANÉCDOTA PEDANTE: hace un par de semanas vino una chica del Círculo de Lectores para intentar captarme para la causa, y me preguntó sobre lo que acababa de leer, que resultó ser este libro (seguro que tienen un guión de ventas). Encantada de poder establecer conversación (punto de partida de todo buen comercial) me dijo, "a lo mejor no sabe que ambos libros están basados en una catedral española, la de Vitoria", a lo cual no me pude resistir. Chica del Círculo: nunca digas este tipo de cosas a alguien que haya reconocido haber leído ambos libros (más de 1800 páginas) porque puede ser más enterada que tú que no has leído ninguno y has interpretado (mal) una frase de la solapa. Le contesté lo que todo fan del Follett sabe, que el pueblo de la historia es imaginario, la catedral está basada en varias, pero principalmente en la de St Albans en Inglaterra, y lo de la de Santa María fue que la visitó porque la están restaurando y sacó de ahí la información de las reparaciones de cimientos. Si es que...

INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

Como se puede leer en el post anterior no voy ya mucho al cine, pero decidí hacer una excepción con Indiana Jones. No iba con demasiadas expectativas, porque esto ya me hizo sufrir con el Episodio 1, con los Piratas II, y con muchas más, y ya no voy con la guardia baja. Pido un mínimo de calidad y respeto al producto original y que me distraigan lo que dure la peli, y con esta actitud me libro de chascos y me llevo algunas alegrías.
En fin, que conseguimos ir a IJ4 y allí me senté, con poco público (eso sí, con la comida más apestosa disponible en sus manos y con un Pateador Rítmico Profesional en la fila de atrás) y a ver qué habían hecho el amigo Steven y el no tan amigo Lucas con el Mito de Nuestra Niñez, tras reducir a Darth Vader a un niñato zampabigmacs con pelo a la taza.


La peli empieza con muy bien pie. Hay guiños (un poco burdos, pero bueno, decidimos pasarlos y echarnos unas risas), aparecen los malos y la chica (sin ambigüedades como en la 3ª; esta es mala malísima y sabemos de entrada que no va a acabar bien), y el Spielberg demuestra que las escenas de acción y las persecuciones son lo suyo y no ha perdido el pulso. Transcurre así la primera escena, que nos hace pensar que todo va bien. Bajamos la guardia, aliviados: es lo que esperábamos, ha valido la pena pagar la entrada, otra que habrá que añadir a la colección. Error.


Ahí acaba lo mejor de la película; desde aquí empieza a ir cuesta abajo y sin frenos. Lo siguiente es la temida aparición del memo de Shia Laboeuf, el equivalente cinematográfico de Justin Timberlake: blandito como la masa de pan cruda, pero va de duro; con cara de pardillo pero con algún dios del marketing cubriéndole las espaldas, porque nos lo venden como el nuevo James Dean poco menos. Un rebelde,
MTV style. En fin, hay que decir que no lo hace tan mal, pero se ve venir todo todo y todo lo que va a pasar con él, por lo que para mí sobra el personaje tras sus primeros cinco minutos.

Intercalan otra estupenda persecución en la que se pasan tres pueblos pero con gracia; en los siguientes minutos recordaremos con añoranza esta escena porque no habrá nada mejor después. Le siguen viajes con motos absurdas, una breve incursión a un templo más postizo que el moreno de Tom Jones, con extrañas criaturas brotando de las grietas (mezcla de los jíbaros cabezones de la Momia II y los trasgos de Los Anillos) y la aparición de la famosa calavera, cuya forma elimina toda posibilidad de sorpresa final. Los que la han visto ya saben porqué.


Tras otro encuentro con los malos, reaparece Karen Allen, y ojalá no lo hubiese hecho porque Lucas (apuesto a que fue él) coge el personaje que tanto amábamos de chica dura, bebedora y espabilada que le seguía el juego a Indy como Bacall a Bogart, y la convierten en una hippy alucinada que pasaba por allí y se une al grupo para echarse unas risas. La han descafeinado hasta límites vergonzosos y seguro que ya ni fuma, igual que a Harrison ya sólo le quedan sopitas y petanca porque el personaje ha perdido toda la gracia y el rictus de héroe apaleado es ahora de señor mayor cansado de verdad.


Llegamos así al punto sin retorno, con una escena que haría sonrojarse a Ed Wood en la que intervienen unas arenas movedizas y una serpiente, no diré más. Los fieles devotos perdemos la fe de golpe y pasamos a ser escépticos indignados, pero cuando llega la otra gran persecución ya evolucionamos a ateos sedientos de sangre y deseamos insultar a la cara a Spielberg y Lucas y preguntarles porqué, porqué nos han abandonado. Aparecen hormigas sintéticas, previsibles muertes
light de villanos y llegamos a la escena final (John Hurt aparece por ahí pero es como los libros de Dónde está Wally porque una vez lo has localizado deja de ser interesante). Indy y los suyos llegan a Terra Mítica (o quizá es Port Aventura), desfacen todos los entuertos, nos ponen una última muerte más previsible que un calendario y ya no sabemos cómo sentarnos para evitar los calambres.

Pero el Dúo de la Muerte nos tiene reservado un horror final, la última escena, que mataría a un diabético por su almíbar y cursilería. Los que ya la han visto saben de qué hablo. Vomitivo. Estamos paralizados; lo han vuelto a hacer, estos cabrones primero nos dan una joya para nuestro disfrute, la adoptamos como propia con fallos y todo (recordemos el Templo Maldito) y luego nos la arrebatan sin darse cuenta de que ya no es suya sino del público, y que hay que tener un respeto a los fans. En fin, chasco total. Voy a tratar de hacer un ejercicio de autosugestión y convencerme de que sólo existen tres películas de Indiana Jones (dos muy buenas y una muy mala) y relegar esta chorrada inclasificable al reino del limbo audiovisual, donde le hará compañía la serie del "Joven Indiana Jones", de infausto recuerdo. Mal. Muy mal.

LO MEJOR: la escena del principio, pero no te confíes. No hay más. Es una trampa.
LO PEOR: la serpiente, los monos y las hormigas. La serpiente. La destrucción de Karen Allen. El pánfilo de Shia. La escna de la serpiente. John Hurt y Cate Blanchett, totalmente desaprovechados. La sensación de que para Lucas y Cía la pela es lo primero, lo segundo y lo tercero, y que después no hay nada más.

ME GUSTA EL CINE, POR ESO NO VOY

Entre las historias de mili que me contaba mi padre hace siglos, una me gustaba más que las demás y me viene al pelo para explicar el título de esta entrada. Parece ser que estando de servicio militar allá por tiempos de Maricastaña, uno de los compañeros con los que mi padre compartía barracón (o lo que fuese) logró introducir en el cuartel una botella de coñac Napoleón, que al parecer es de lo mejorcito y para ellos, con diecinueve años y pardillos de mili, no digamos ya. Total, que el propietario de la botella decidió muy generosamente compartirla con los compañeros, y se repartieron vasos de plástico, tazas y cuencos para cogerse una buena moña. Pero uno de los compañeros rechazó el vaso de plástico. Los demás le preguntaron:
- Qué te pasa, ¿es que no te gusta el coñac?

A lo que el chico contestó:

- Me encanta. Por eso no voy a bebérmelo así.


Esta misma filosofía la aplico yo a mi cada vez más escasa asistencia al cine. Creo que hay que mostrar un respeto hacia aquello que nos gusta y nos da un placer; el ritual lo es todo en muchas ocasiones. Los que me conocen saben que el cine es una de mis mayores aficiones; me gustan muchos géneros distintos, y además me encanta el ritual de ir en sí tanto como ver la película: la cola de la entrada, comentar antes de entrar lo que se va a ver, buscar asiento, los anuncios, los trailers, la cena o copa de después para comentar o destripar lo visto, todo. Hubo un tiempo en que no pasaba tres días seguidos sin ir. Pero de un tiempo a esta parte ir al cine se ha convertido para mí en sinónimo de pagar para sufrir.
La gente hace tiempo que ha dejado de ser civilizada en esto, como en tantas otras cosas. Van al cine como quien se planta en el salón de su casa, comentando todo a grito pelado como si estuviesen solos en el mundo; te dan rítmicas pataditas en el asiento; comen auténticos banquetes de porquerías malolientes y ruidosas (en la última que fui a ver había un fulano comiendo nachos con queso, así como suena). Mi hermano dice que las palomitas son un producto diseñado a medida para estropearte la película: "hacen ruido, huelen, crujen en el suelo y si pudiesen lograrlo los fabricantes, brillarían en la oscuridad".
Nadie respeta ya nada. Muchos padres insensatos llevan a niños pequeños a ver lo que en realidad les apetece ver a ellos (he visto cosas que no creeríais..., como un niño de seis años con su padre en Kill Bill). Si la peli les aburre, pues se saca el móvil y a jugar. Hace unos meses fui a una peli en la que un grupo de adolescentes se sacaban fotos con los móviles a intervalos regulares, porque la película les aburría y fuera hacía demasiado calor.
El precio de la entrada es lo de menos. Algunos como yo hemos dejado de ir precisamente porque NOS GUSTA EL CINE y queremos recordarlo como era antes, una experiencia placentera a la que se iba a disfrutar. Ahora si quiero ver alguna prefiero esperar; ya habrá alguien que me la pase, me la compraré en dvd o la echarán en la tele, y la veré tranquila y silenciosamente en el salón de mi casa sin palomitas, gañanes ni niños. O eso, o aprovecho un viaje a un país que sí sea civilizado y voy al cine allí.
He oído que en Madrid han abierto unas salas en las que el precio de la entrada era más alto que la media, pero en las que los asientos son más cómodos, el aforo es muy bajo y se prohíbe tajantemente comer o hablar. Cine para cinéfilos, vaya. Pero los que tenemos como única opción un multicine supermoderno lo tenemos claro.