miércoles, 14 de enero de 2009

LA ESCALA TAYLOR

No sé si alguien se ha dedicado ya a crear una escala para las canciones midiendo su adaptabilidad y resistencia a ser versionadas, pero si no existe están tardando. Hay escalas para medirlo todo, desde radiación a terremotos, ¿porqué no una para medir la resistencia y calidad de una canción a ser destrozada por supuestos "homenajes"? ¿qué hemos hecho para merecer que la falta de originalidad provoque estos continuos ataques al talento ajeno?

Hoy se propone aquí la escala Taylor, aplicable a cualquier canción, según la cual el grado 1 es lo más facilón (casi cualquier canción puede tener un grado 1 y seguir gustándote) al grado 10 (canciones tan buenas que hace falta un profesional de la destrucción musical para que llegues a odiarlas, incluso la original).


La idea me vino hace poco oyendo un anuncio en la radio: James Taylor ha sacado nuevo disco, lo de nuevo entre comillas, porque se trata de reversionar por enésima vez canciones que no necesitaban a James Taylor para nada. Otra profesional de salvajadas de este tipo es Céline Dion, que no respeta animales, plantas ni personas a la hora de hacer sus tristemente famosos "covers".
En fin, a lo que iba: el Taylor se saca de la manga un disco y en él perpetra con saña y alevosía una versión de la obra maestra de Leonard Cohen, Suzanne. En la cuña de la radio sólo ponen unos segundos pero es suficiente para que la voz caprina del maldito Taylor me haya puesto los pelos como escarpias y además haya logrado que le coja miedo a la canción. Comentando el tema con otro fan de Cohen-odiador de Taylor se nos ocurrió la Escala Taylor de resistencia musical, que iría como sigue:

Grado 1. Ocarina. Prácticamente cualquier canción puede ser reinterpretada a la ocarina, como sabe cualquiera que se suba a un ascensor o sufra el hilo musical de espera de una centralita telefónica. El sumo sacerdote de este grado 1 es por supuesto Kenny G, del que tengo la teoría aún por confirmar de que es la misma persona que Michael Bolton.

Grado 2. Merengue/Flamenquito. Ahora ha amainado el temporal, pero hubo una época en la que no podías salir a la calle (en Canarias al menos) sin escuchar una versión merengue de tu canción pop favorita, fuese la que fuese; esta década en cambio promete ser la del flamenquito. Muchos años atrás ya podíamos ver el poder latente del tirititrán con cosas como ésta. Un tal Pitingo ha llevado este grado tan lejos que se ha atrevido hasta con las Divas del Soul.

Grado 3. Flauta andina. Al igual que con la ocarina, cualquier canción salvo unas pocas excepciones se puede adaptar a flauta andina. El que no se lo crea no tiene más que darse una vuelta por las calles peatonales de Madrid o Barcelona.

Grado 4. Música clásica. Como el infame Luis Cobos y otros antes que él demostraron, una orquesta clásica puede, e incluso se siente obligada, a acometer de vez en cuando al pobre y maltrecho pop/rock sin que éste pueda defenderse. El Cobos es capaz, con su infinita maldad, de coger un famoso tema silbado militar y convertirlo en algo para escuchar en un auditorio con cara muy seria.

Grado 5. Boyband/diva pop. Si ya te versiona una boyband, estás mal, muy mal. Recuerdo con escalofríos la versión de We Will Rock You que prepetró una de estas formaciones de destrucción masiva (¿Blue? ¿New Kids? ¡No! ¡Five!), o el Satisfaction de... ¡¡¡Britney Spears!!! La prueba de la calidad de los Rolling y de los Beatles es que sólo podrían con ellos los ejecutores del Grado 10.

Grado 6. Chillout. Aquí ya hablamos de palabras mayores. Hace un año nos invadió el dichoso chilaut y hasta ahora hemos visto cóm
o abusaban de todo lo que nos era querido. Ved lo que han hecho con Summertime.

Grado 7. Rod Stewart. Se podía haber limitado a cantar sus entrañables horteradas, pero no: descubrió su vena crooner y ahora escoge sus víctimas entre lo más selecto del repertorio de Sinatra, Martin, Armstrong y los demás, que desde el más allá ya no pueden defenderse. Este puesto lo comparte el bueno de Rod ex-aequo con Michael Bublé (al que se le oyó decir "mira lo que he hecho con la cochina de Nina Simone" antes de que le empezara a girar la cabeza).

Grado 8. Rapero de estribillo. Da igual lo redonda que sea la canción, si la coge un remezclador y le mete en los estribillos a un rapero viejagloria pueden hacerte odiar casi cualquier cosa, sobre todo por la horrible sensación de que no hacía ninguna falta. Hoy en día no eres nadie en lo musical si no pulveriza tu estribillo un rapero.

Grado 9. Opera, Pópera y Pseudópera. Aquí ya entramos en el equivalente musical de un ataque con armas nucleares: desde Il Divo a Plácido Domingo, pasando por la recién llegada (a la pópera) Ainhoa Arteta, parece que tu carrera musical no está completa si no versionas con mucho grito y aspaviento un musical o un tema de pop (español aún mejor, pero si te atreves con los dioses de la guitarra tiene más mérito). Si tu canción favorita es pillada con la guardia baja por un tenor o una soprano, nunca la volverás a escuchar con los mismos oídos.

Grado 10. James Taylor. Se trata ya de un caso irreversible. Nada puede devolver la frescura y lozanía a una canción una vez ha pasado por la garganta temblorosa de James Taylor. Sólo lo más sagrado puede pasar esta prueba, y esto es sólo en teoría porque aún está por ver qué sería capaz de hacer el señor Taylor con (por ejemplo) un tema de Hendrix.

Fuera de escala o Defcon50: Céline Dion. Que esta Atila del gorgorito siga en activo no tiene justificación. Roy Orbison aún se revuelve en su tumba oyendo la masacre que Céline hizo con su I Drove All Night.

Nota: no se confundan, estoy totalmente a favor de las versiones, de hecho en muchos casos prefiero una versión al original, pero sólo si la versión aporta algo nuevo o mejora lo versionado, porque hay casos que claman al cielo. Otro día hago una escala positiva con los grados de mejora de una canción (pero me río más con la escala Taylor).
Por supuesto espero que quienes lean esto sugieran los peores crímenes contra el tímpano que puedan recordar. Podemos hacer un top 10 de Versiones que Nunca Debieron Haberse Consentido (y otro día... ¡Remakes de cine!)

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